Demian, el coraje de ir a donde no se quiere

AutorJulio Borromé

Hermann Hesse culmina su proceso de psicoanálisis en 1917, y en ese mismo año emprende la redacción del manuscrito Demian. Finalmente se publica en 1919, un año después de la primera guerra mundial. Hesse relata una novela de aprendizaje apegado a los preceptos de la novela educativa del romanticismo alemán. Demian es la respuesta del escritor a su exploración psíquica, a la desintegración de los valores de la sociedad burguesa y a la psicosis producida por la guerra en medio de la devastación espiritual de Europa. El título de la novela Demian va acompañado de un subtítulo: Historia de la juventud de Emil Sinclair. El nombre del personaje Max Demian, el subtítulo y el epígrafe: “Quería tan sólo intentar vivir lo que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué había de serme tan difícil?”, nos introducen directamente en el tema. Sin embargo, “Historia de una juventud—escribe Thomas Mann— puede referirse tanto a un individuo como englobar a toda una generación de jóvenes”.

  Demian es el personaje destino en la vida de Emir Sinclair. Otro de los personajes, Pistorius, organista y aficionado a la contemplación del fuego, guía al héroe en la nueva etapa del joven protagonista, no obstante, al igual que los demás personajes relacionados con la vida de Sinclair, queda difuminado en el camino. Max cumple la función de hermano mayor, ayuda al pequeño de diez años a confrontar al terrible Franz Kromer y le enseña a sobrellevar el tránsito del mundo de la infancia a la adolescencia. Hesse narra la historia de la obstinación de Emir Sinclair: la “Terquedad, tener un sentido propio”. Sinclair no tiene otro medio para alcanzar su destino que desplegar, dislocar y reajustar su obstinación mediada por su relación con Demian. Así, obstinación y destino pueden reconocerse y reencontrarse en el personaje a golpes de nudos y puntos de caída hacia la búsqueda de sí mismo. La historia de esta alma infantil, luego del adolescente que llega a la universidad, pasa por el dolor de presenciar el desmoronamiento progresivo de la infancia y de la crisis de los valores de una sociedad en franca decadencia. Sinclair es un personaje esquizoide y huésped de dos mundos en constante lucha: el deseo de liberar toda la energía (libido) y la represión de los instintos (cultura). La infancia buena y feliz se basa en la tradición familiar y en el pietismo. La obediencia a la religión se mantiene firme por la incisión de una conciencia vuelta a la resignación alrededor de la idea de Dios, el que castiga, el comprensivo aplastamiento del alma de quien desobedece la ley divina. Sinclair explora lo dionisíaco y lo maléfico del otro mundo donde el orden y la moral pierden consistencia.

  Sinclair inicia su amistad con Demian, de inmediato duda y cuestiona todo lo que experimenta en el confort espiritual, social y familiar. La duda de Sinclair es la comprobación de una diferencia. La diferencia es el estigma de Caín que cumple el papel de unir a Demian con Sinclair y la madre de Max, Frau Eva. La marca los une en una comunidad hermética de profundas implicaciones con el mito y la historia de Caín y la secta de los cainitas o quenitas, un pueblo del desierto que vivía en el sur de Israel y habitante de Palestina en la época de Abraham.

  Emir Sinclair destruye simbólicamente al padre y se distancia del mundo de la infancia para escuchar la voz interior y seguir su destino. Es un paso previo del héroe relacionado con el proceso de desintegración y construcción de su propio sentido, y lucha contra la emanación de sus deseos, sueños y frustraciones. Sinclair corta los lazos afectivos con la familia. La ruptura con el mundo bueno donde no hay lugar para descubrir lo prohibido y lo siniestro de ese otro mundo reprimido por la religión judeo-cristiana y por la cultura. Es en la aceptación y entendimiento del material inconsciente y de los instintos, donde hay que buscar la salida a la represión y a la crisis de la excesiva racionalidad que termina por encerrar lo que no puede permanecer mucho tiempo confinado en el alma de Sinclair, porque cuando emerge ese contenido siniestro lo hace de tal manera que su fuerza destruye y aniquila todo a su paso.

  En aquella hendidura psíquica el personaje aprende en compañía de la soledad. Sinclair tiene que llegar a ser él mismo. No en el sentido moral o acomodaticio prestablecido por la cultura y la religión al servicio de la pacificación y la obediencia del alma dominada por fuerzas exteriores, esperanzas y creencias en el más allá, sino en el sentido de seguir su instinto, y ese instinto tiene que ver con la naturaleza primordial del ser humano. La naturaleza se presenta en forma onírica y simbólica. Son las propias imágenes de Abraxas, el dios que contiene el Bien y el Mal, Demian y Frau Eva, habitantes del mundo interior de Sinclair, quienes van trazando el destino del joven. De un lado, la experiencia gnóstica del dios Abraxas, y del otro, la simbología del pájaro y del huevo significan la búsqueda de la espiritualidad y del dominio del inconsciente que proyecta las representaciones del personaje sobre el mundo real. A veces los sueños de Sinclair continúan en la vigilia y las estructuras inconscientes permean la realidad hasta el punto de que ambos mundos reúnen los opuestos y forman una unidad de representación profética. Este reservorio onírico y mítico está en las antípodas del paradigma del positivismo materialista del siglo XVIII y del proyecto científico-tecnológico de la modernidad.

  En esta oposición al mundo de la racionalidad podemos ver un sutil desplazamiento del esquema freudiano (muerte del padre, narcisismo, represión cultural) hacia el simbolismo del ánima en Jung y del arquetipo de la gran Madre que Hesse descubre en Bachofen. En este sentido, Demian es la personificación de una figura con poderes mágicos y alquímicos, mientras Frau Eva simboliza el arquetipo femenino, la Gran Madre que guía secretamente a Sinclair a un nuevo plano de realización espiritual. Frau Eva es la personificación del Alma y del principio femenino que lleva al héroe a explorar y descubrir el amor: “El amor no debe pedir —dijo, ni tampoco exigir. Ha de tener la fuerza de encontrar en sí mismo la certeza”.

  Con la presencia de Frau Eva, Sinclair produce sueños incestuosos y sugiere encuentros homosexuales con Demian. Y si Demian es el mismo Sinclair, esto no queda claro, presenciamos el enamoramiento de sí mismo, el narciso enamorado de su propia imagen que se mira en el espejo del alma. En este plano relacional, donde hablan los sueños a través de las imágenes primordiales, el héroe expresa su transformación interior a través de la pintura y el dibujo. En esta experiencia reconstructiva va trazando su destino al darse cuenta que por el conocimiento de los sueños puede alcanzar una intuición de sí mismo y de lo que vendrá para el mundo.

  Obstinación, destino y construcción de sí mismo son los móviles con los cuales Hesse configura a Sinclair. El héroe va conformándose en la afirmación del coraje y la determinación con la cual asume el destino a lo largo del aprendizaje para llegar a ser él mismo. Y para dar un ejemplo del modo en que Sinclair aprenderá a deshacerse de los modelos pasados, Hesse relativiza La historia de Caín y Abel, y la Pasión y muerte del Salvador. Hay que elegir siempre al hombre valeroso frente a las circunstancias que le toca enfrentar y evitar el ejemplo de los hombres morales, porque en palabras del mismo Sinclair, “la moral hace sufrir”.

  Los modelos para seguir el destino del personaje no son Abel, ni tampoco el ladrón llorón y converso, sino Caín y el hombre con sentido propio. El hombre obstinado cuestiona la moral burguesa y da vida al hombre abráxico que reconoce conscientemente los aspectos siniestros de su personalidad, los maneja y los reintegra en su experiencia vital de trasformación. Por tanto, el hombre no proyecta la maldad originaria con fines destructivos sino la utiliza para su propio equilibrio psíquico. Hesse prefigura una nueva ética o una ética amoral que anuncia el renacimiento del nuevo hombre europeo tras la guerra, la debacle del proyecto iluminista y la dualidad judeocristiana.

  La elección de Sinclair es un acto de confianza y certeza en esa otra forma de conocimiento que expresan los sueños, los símbolos y las imágenes primordiales. Sinclair elige buscarse a sí mismo y la elección es dolorosa pero le abre la posibilidad de un renacimiento espiritual. A partir del cuestionamiento y la ruptura con la sociedad, los dioses y la familia, Sinclair explora, guiado por Demian y Frau Eva, lo que el destino deja entrever en el alma y en el mundo en que nuevas guerras y destrucción se presagian. Este descubrimiento lo confronta en su interior, porque el reconocimiento de lo que aún no llega a ser, forja la obstinada voluntad frente a la debilidad de evitar encontrarse con lo peor de sí.

   La misión de Sinclair consiste en no oponer resistencias al cambio, donde las posibilidades de seguir su destino son aún mayores. Es un asunto de franqueza frente al estado de transformación, de distanciamiento frente al rebaño que anda ciego, autoengañado y cautivo de la estulticia, y de la aceptación del lado siniestro del corazón. Sinclair se busca a sí mismo y en esa búsqueda desintegra los falsos valores y reintegra las pulsiones instintivas a la totalidad de la experiencia. La aceptación del Mal como principio de co-creación del mundo, compensa la exacerbada confianza del Bien y de la Razón que por sí mismos, nada bueno han traído y generado en el hombre, sólo fundamentalismos, persecuciones, exclusiones y guerras.

  Sinclair sigue los dictados de su voz interior sin vacilar. La elección de seguir su destino consiste en aprender a desprenderse de lo que ha sido.

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