El reino autónomo de Roberto Fernández Retamar

AutorAlberto Rodríguez Carucci

El pasado veinte de julio, cuando llegó de La Habana la noticia del fallecimiento de Roberto Fernández Retamar (1930 – 2019) tuve la certeza de que la Cultura de nuestra América, muy especialmente en Cuba y el Caribe, había sufrido una baja irreparable que dejaría un enorme vacío en el escenario literario continental, pero al mismo tiempo comprendí que el extenso y fecundo legado del Maestro cubano compensaría su ausencia física, pues ésta quedaría atenuada por la perdurabilidad de sus obras en el cuerpo y en el horizonte de la literatura y del pensamiento de América Latina.

  Poeta destacado, investigador, crítico literario, ensayista de excepción, catedrático brillante e infatigable mentor de proyectos e iniciativas culturales, Fernández Retamar se integró en el proceso de la literatura cubana como uno de los autores más significativos de la Generación de los años 50, junto a un grupo que renovaría la poesía de la isla, en el cual destacaban los textos de Carilda Oliver Labra, Rafaela Chacón Nardi y Fayad Jamis.

  El primer poemario de Fernández Retamar, Elegía como un himno (1950), dedicado a la memoria del poeta Rubén Martínez Villena, tuvo un impacto singular y fue seguido de inmediato por otro, titulado Patria (1951), que obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1952. Desde entonces, más de veinte libros de versos integrarían el conjunto de su obra poética dentro del cual es posible distinguir distintas vertientes que definen las líneas y etapas de su evolución. Su poesía ha sido traducida a distintas lenguas y ha recibido diversos e importantes reconocimientos, como el Premio Latinoamericano de Poesía “Rubén Darío” (1980); el Premio Nacional de Literatura (1989) en Cuba; su libro Aquí obtuvo el Premio Internacional de Poesía “Pérez Bonalde” (1994) en Venezuela, y el conjunto de su obra recibió el Premio Alba de las Letras (2008), entre otros galardones.

  La escritura de sus versos llega a complementar algunas veces la reflexión sobre la poesía que estará presente después en sus volúmenes de teoría y crítica literarias:

  ¿Qué hace la poesía, la piadosa,
  La lenta, renaciendo inesperada,
  Torso puro de ayer, cuando los 
                                [broncos
  Ruidos llenan el aire, y no hay un 
  sitio
  En su impecable reino que no colme
  La agonía?

  Para algunos críticos de su poesía, Fernández Retamar quizás fue el autor del primer poema de la Revolución cubana:

  Nosotros, los sobrevivientes,
  ¿A quiénes debemos la sobrevida?
  ¿Quién se murió por mí en la 
                               [ergástula,
  Quién recibió la bala mía,
  La para mí, en su corazón?
  ¿Sobre qué muerto estoy yo vivo […]?

  En el cuerpo diverso de su poesía, la memoria de las experiencias vitales es fundamental, como lo son también los testimonios de la historia, de la vivencia social cotidiana, de los afectos familiares, pero también la obsesión de la muerte, las percepciones de lo trágico, la nostalgia, la esperanza. Todo un quehacer poético sostenido no sólo por la sensibilidad particular, sino también por el conocimiento de los textos de Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Lorca, Alberti, y de las obras de reflexión de Unamuno y Ortega y Gasset. Se apoya también en las estéticas latinoamericanas de Darío, Vallejo, Neruda, Jorge Luis Borges y en las poéticas cubanas de Martí, Casal, Lezama, Diego y Nicolás Guillén.

  Al máximo aprovechamiento de esas lecturas contribuyó su notable consciencia del lenguaje, forjada a partir de su formación lingüística y filológica, y su ejercicio de estudios literarios como catedrático, que le concedieron un manejo óptimo de los recursos expresivos del idioma con los que pudo lograr una alta capacidad para conmover a sus lectores mediante el cultivo de imágenes, tropos y símbolos clásicos, o a través del uso de expresiones coloquiales del habla cubana que le permitieron incursionar con éxito en el campo de la poesía conversacional valiéndose algunas veces de ironías y sesgos humorísticos propios de la idiosincracia antillana.

  Según uno de los mejores críticos de su poesía, Roberto Fernández Retamar —quien ha sido reconocido internacionalmente como un ensayista notable, agudo y polémico— quizás prevalecerá en el tiempo por su escritura poética. Así lo ha anticipado Jorge Luis Arcos: “creo que su futuro se desenvolverá en el reino de la poesía —el cual, por cierto, es el reino más real, más humano, más perdurable que puede existir. Es probable que, incluso, muchos de sus poemas sirvan para comprender mejor este complejo siglo XX que algunos de sus ensayos”.

  El trayecto de su experiencia poética hizo que Fernández Retamar, en tanto que investigador y crítico literario, optase preferencialmente por la crítica del discurso poético cubano y latinoamericano, como se puede constatar en una revisión de su producción bibliográfica desde su libro crítico inicial La poesía contemporánea en Cuba (1954), pasando por sus estudios sobre la poesía de Martí, de Darío, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Nicolás Guillén, Lezama Lima, por sus ensayos sobre las vanguardias poéticas y por sus trabajos sobre la antipoesía y la poesía conversacional, hasta llegar a La poesía, reino autónomo (2000). En esa orientación aportó valiosas lecturas que han sido fundamentales para el conocimiento de la poesía hispanoamericana moderna.

  Por otra parte, desde sus vínculos con el trabajo académico, la obra de Retamar tiene otra importante vertiente que es preciso considerar cuando se trata de hacer balance y síntesis de su producción intelectual: es la escritura que traduce sus empeños por desarrollar enfoques teóricos, de perspectivas latinoamericanas culturalmente emancipadoras, sobre las cuales apoyarse en función de producir conocimientos fundamentados y consistentes sobre las literaturas de nuestra América. Esa preocupación por el estudio riguroso, preciso y pertinente ya estaba de una manera germinal en su libro Idea de la estilística (1958), su primer paso en la reflexión teórico-metodológica, basado en los estudios de lingüistica y filología que había realizado en París bajo las orientaciones de André Martinet y con la guía de Helmut Hatzfeld. Pero los acontecimientos de la insurgencia y el triunfo de la Revolución en 1959 le trazaron otras necesidades y le determinaron otros rumbos que serían decisivos en su evolución teórica. La cercanía de Juan Marinello, José Antonio Portuondo, Lezama y Cintio Vitier lo estimularon a realizar lecturas a fondo de autores como Martí, Mariátegui, Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña, al mismo tiempo que en el ámbito internacional se daban a conocer los aportes teóricos de los formalistas rusos y del Círculo de Praga.

  Fernández Retamar escribiría entonces su ensayo Calibán. Apuntes sobre la cultura de nuestra América (1971), cuyo texto de base sería La tempestad, el último drama escrito por Shakespeare. La lectura de Retamar parte de la mirada, vivencias, sentimientos, intereses, comportamientos y expresiones del personaje autóctono y rebelde (Calibán, anagrama de caníbal) que da título al ensayo, con lo cual se integra una perspectiva étnica y social, territorializada y crítica, que simbolizará al sujeto americano sometido por una situación colonial, que será severamente cuestionada por el autor cubano, al tiempo que pone en escena los problemas impuestos por la opresión, pero confrontados con los conceptos de identidad y libertad propuestos con una intención emancipadora. La receptividad, el impacto y las resonancias que tuvo ese trabajo sirvió de basamento para que Retamar diera un nuevo impulso a sus estudios latinoamericanistas con la publicación del libro Para una teoría de la literatura hispanoamericana (1975), cuyas tesis alentaron intensos debates durante la segunda mitad de esa década y durante la década siguiente, dejando como resultado un extenso y variado repertorio bibliográfico que no ha sido plenamente aprovechado, pero que ha sido útil para los recientes estudios de la cultura y para las corrientes actuales de orientación decolonial, que han recogido algunos de los elementos propuestos por el maestro cubano en estos últimos libros que hemos mencionado.

  Veinte años después, dando continuidad a sus líneas de investigación sobre las peculiaridades, especificidades y problemas de las culturas de nuestra América, Fernández Retamar publicó Todo Calibán (1995), luego reeditado en 2004, y otro libro fundamental entre su producción: Pensamiento de nuestra América. Autorreflexiones y propuestas (2006), especialmente significativo para los debates de nuestro tiempo y —véase desde el ángulo que se quiera— para la incentivación del pensamiento crítico desde el marco de nuestros contextos y abierto a sus contactos con el pensamiento universal.

  Junto a esas contribuciones principales hay otros legados múltiples de Fernández Retamar, como han sido la revista Casa de las Américas, cuya dirección tuvo bajo su cargo desde 1965, y la propia institución cultural de igual nombre que presidió desde 1986. También fue el Director fundador del Centro de Estudios Martianos en 1977, cargo que desempeñó por un lapso breve, sin dejar nunca de lado la producción de sus estudios sobre el pensamiento y la obra de José Martí. Son muchas sus contribuciones, sus aportes, sus propuestas, sus reclamos, sus legados. No caben en el diminuto centimetraje de cuatro cuartillas, ni en un Pie de Página completo. En este de hoy apenas es posible recordarlo en algunos de sus trazos fundamentales.

  A casi un mes de su partida a la eternidad, desde la admiración, la gratitud y el afecto, pretendemos invitar a la lectura de sus textos, según las preferencias de los lectores. Para ellos anticipó alguna vez su epitafio donde la palabra hombre tenía como arbitrario referente a toda la especie como antes: “Puso a disposición de los hombre lo que tenía de inteligencia / (Poco o mucho, pues no es de eso de lo que se trata). / Y quedan por ahí algunos papeles y algunas ideas y / algunos amigos. (Y quizás hasta algunos alumnos, aunque esto es más dudoso) / Que podrán dar fe de ello. / Les entrego lo que tenía de coraje / (Poco o mucho, pues tampoco es de eso de lo que se trata). / No faltará algo o alguien / Que pueda verificarlo.

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