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16 Piedepágina • agosto de 2020

Emiliano
∎ Trujillo Sánchez

Woody Allen,                                                                                                                          po de hombres en mangas de camisa y
                                                                                                                                      algunas mujeres, todos igualmente
entre sombras y niebla                                                                                                                dispuestos a usar los palos, rastrillos y
                                                                                                                                      las hoces con que vienen armados. La
      ¿Por qué refiero yo estas canalladas?     donde, sin imaginarse lo que le aguar-       Sucede entonces lo inesperado:           cámara se había centrado en el punto
     Para que ustedes, señores míos, sepan      daba, seguramente se acostó inventa-       Consigue zafarse del corro que se es-      de acceso a la carpa y al momento en
                                                riando las frivolidades de una vida que    trechaba en torno a él, y su fuga le con-  que nuestro mago y su ayudante seña-
         que todo esto perdura, ¡perdura! A     por violentas, arbitrarias, ¡primitivas!,  duce a las instalaciones del circo don-    lan hacia donde, hará unos cuantos se-
   ustedes les gustan los horrores inventa-     determinaciones ajenas, no volvería a      de el verdadero asesino a punto se ha-     gundos el criminal se hallaba encade-
                                                ser la misma.                              lla de cometer otro crimen. Volviéndo-     nado a una silla, este ha desaparecido.
     dos, les gusta lo terrible referido de un                                             se una suerte de señuelo, una carnada,     Dada la general decepción de los con-
        modo bello, lo espantoso cuando es        Un asesino anda suelto y una cua-        Clyman —nuestro kafkiano protago-          currentes, surge una que otra insinua-
          fantástico les emociona a ustedes     drilla de vigilancia vecinal irrumpe en    nista— consigue salvar a la mujer en       ción de que el mago “bebe mucho” y
        gratamente… pero no es posible ser      el dormitorio de aquel hombre inter-       que nuestro asesino pierde todo inte-      en caso de que aquello fuese cierto se
                                                pretado por uno muy parecido a él.         rés; ahora lo persigue a él.               trataba de un criminal que además era
     sentimental, como tampoco es posible       Hacen que se levante y salga de su ha-                                                “mejor mago que él”. Ello no obstante,
  ocultar la terrible verdad recubriéndola      bitación a la calle, donde dijeron que       No antes de que Clyman encuentre         nuestro mago, convencido de lo que
   con los vivos colores de la bella mentira.   lo esperarían, donde él mismo no en-       al mago del circo —de cuya mágica ru-      acaba de suceder, argumenta que in-
                                                cuentra a nadie que le diga cuál será su   tina, por cierto, es fan— poniéndole al    cluso de haberse tratado de un pode-
          Hay que acercarse más a la vida,      participación en “El plan”. De este úl-    tanto de la persecución que le viene       roso hechicero se pudo, a lo menos,
                             ¡acercarse más!    timo le hablaron como ¡algo de lo que      dando aquella personificación del          detenerlo por un momento, “¡asustar-
                               Maxim Gorki      ya debería estar al tanto! E ignorante     mal, no antes de esto, el asesino da con   lo, quizás!”, y le sugiere a Clyman
                                                del plan miliciano que, desde enton-       ellos y, conforme se dispone a matar-      abandonar la ciudad con el circo, su-
       La voluntad es lo que puede darte el     ces hasta el final no será —para él—       los, el mago, con ayuda de Clyman,         gerencia que —no sin la característica
       triunfo cuando tus pensamientos te       revelado, empieza a caminar entre          realiza una serie de trucos que acaban     indecisión de los personajes de Woo-
    dicen que estás derrotado. La voluntad      sombras y niebla, personas y situacio-     por encadenar al estupefacto crimi-        dy Allen— acepta.
                                                nes que, para efectivo sufrimiento, an-    nal. Habiéndole contenido empiezan
              es lo que te hace invulnerable.   gustia, impotencia del espectador, lo      a gritar solicitando la ayuda que, en        Cerca del final, en el último encua-
                         Carlos Castaneda       van convirtiendo en el principal sos-      breve, se materializa en gran revuelo      dre donde serán vistos, menciona Cly-
                                                pechoso de los crímenes, por los que       de pasos y exclamaciones de quienes,       man a su maestro cuán intrigante ha-
  A                                             será objeto de un absurdo juicio civil     al estar cerca, dan aviso de adónde de-    lla el que pudiera el asesino zafarse de
   propósito de Sombras y niebla del            presidido por “El clarividente” que lo     ben ir quienes aún no lo sepan. Al fin     tan pesadas cadenas. El desconcierto
realizador Woody Allen. La situación,           condenará a muerte.                        penetra en la carpa un numeroso gru-       que también el mago confiesa es —a
desde un principio, establecida, hace                                                                                                 respetuoso título personal— la más
que resulte inevitable pensar en Kafka.                                                                                               clara de todas las explicaciones: ¡El
Aquel hombre nervioso, hipocondría-                                                                                                   mal tiene poder!, un poder tan sor-
co, es arrebatado del sueño, de la cama                                                                                               prendente como el que le hace frente y
                                                                                                                                      de cada quien es la decisión de creer o
                                                                                                                                      no, en lo que muchas veces no da otra
                                                                                                                                      impresión que la de ser un truco de
                                                                                                                                      magia.

                                                                                                                                        —No es que gusten de mis trucos—
                                                                                                                                      algo así responde el mago a su nuevo
                                                                                                                                      aprendiz, luego de oírle comentar
                                                                                                                                      acerca de la opinión general de su pú-
                                                                                                                                      blico —no gustan de ellos… ¡los nece-
                                                                                                                                      sitan!— Y agitando suavemente las
                                                                                                                                      manos en el aire hace que ambos desa-
                                                                                                                                      parezcan.

                                                                                                                                        Nótese que en modo alguno Allen
                                                                                                                                      transgrede su estructura kafkiana; el
                                                                                                                                      mal perdura, ¡se zafa! Siquiera un po-
                                                                                                                                      co cerca debemos estar del mensaje
                                                                                                                                      implícito en esta película escrita, diri-
                                                                                                                                      gida y estelarizada por un realizador
                                                                                                                                      cuyos personajes —los que él mismo
                                                                                                                                      interpreta— generalmente están des-
                                                                                                                                      esperados, buscando razones para no
                                                                                                                                      darse un tiro en la cabeza. La vida es
                                                                                                                                      sufrimiento, la opresión de la maldad
                                                                                                                                      sobre el bien que va muriendo en los
                                                                                                                                      oprimidos, los muertos, los ultrajes de
                                                                                                                                      la guerra; los muertos, los ultrajes de
                                                                                                                                      la delincuencia y el chisme en tiempos
                                                                                                                                      de paz, ¡de acuerdo! Sin embargo, no
                                                                                                                                      claudica la voluntad de adquirir el co-
                                                                                                                                      nocimiento, el dominio de las artes
                                                                                                                                      que a la oscuridad pueden, unos ins-
                                                                                                                                      tantes, contener, “¡asustarla, quizás!”…
                                                                                                                                      siquiera un instante.

                                                                                                                                        *Fotograma de la película de Allen.
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